La noticia está en todas partes: Existe una probabilidad no nula de que el asteroide 2024 YR4 choque con la Tierra el día miércoles 22 de diciembre de 2032 a las 11:02 AM hora chilena, o sea, en 8 años y 10 meses.
La primera pregunta ante esta noticia es: ¿Deberíamos entrar en pánico? ¿Es el fin del mundo? La respuesta es no, no deberíamos entrar en pánico, y definitivamente no es el “fin del mundo”. En lugar del pánico irracional, le propongo que conversemos sobre: 1) qué sabemos de este asteroide, 2) qué riesgo real representa para la Tierra en forma honesta, sin ser alarmista, pero sin caer tampoco en la complacencia de negar los riesgos y 3) qué podemos hacer para protegernos.
El asteroide 2024 YR4
Lo primero es que se llama 2024 YR4 porque fue descubierto el 27 de diciembre de 2024 desde Chile, por un observatorio robótico automatizado de la NASA llamado ATLAS que está en Río Hurtado, en la cuarta región de Coquimbo. El propósito de esta red de observatorios en Hawái, Sudáfrica y Chile es justamente dar una alerta temprana de asteroides que puedan amenazar a la Tierra.
Es relativamente pequeño, y por los telescopios se ve apenas como un puntito de luz que se mueve por el espacio a más de 60 mil km/h, o sea, 60 veces más rápido que una bala. A partir de su brillo y las variaciones de su brillo, hemos estimado que tiene un tamaño de entre 40 y 100 m (entre media cuadra y una cuadra), que debe tener una forma más o menos alargada y que debe ser del tipo rocoso. De su masa sabemos muy poco, pero debe estar en el rango de los cientos de miles de toneladas.
En cuanto a su órbita, sabemos que es bastante oblonga y cruza las órbitas de Venus, la Tierra y Marte. Cuando lo descubrimos en diciembre de 2024, estaba relativamente cerca de la Tierra, a unos 800 mil kilómetros, que es más o menos dos veces y media la distancia hasta la Luna. El 17 de diciembre de 2028 volverá a pasar más o menos a esta misma distancia de la Tierra, y existe una probabilidad muy baja de que choque con la Tierra cuatro años más tarde, el día miércoles 22 de diciembre de 2032 a las 11:02 AM hora chilena.

Imágenes del descubrimiento del asteroide 2024 YR4, ATLAS
El riesgo
Por lo que sabemos hasta ahora, a inicios del 2025, la probabilidad de impacto es muy baja, inferior al 3%. Si yo tuviera que apostar, apostaría a que pasará cerca, pero no impactará contra la Tierra.
Para tener una idea de cuán improbable es esto. La probabilidad de que el asteroide choque contra la Tierra es inferior a la probabilidad de que usted lance una moneda y salga cara cinco veces consecutivas. Si quiere, lance una moneda en la casa y verá que el que salgan cinco caras seguidas es muy poco probable.
Ahora bien, si impactara contra la Tierra (que es un tremendo “si”), los posibles lugares con riesgo de impacto —de acuerdo con lo que sabemos ahora, inicios de 2025— estarían en una banda de peligro de 20.000 km, que va desde la costa pacífica de Centroamérica, pasa por la parte norte de Sudamérica, Colombia y Venezuela, luego por la mitad de África, la India y acaba en Tailandia. O sea, que en el remoto caso de que el asteroide chocase con la Tierra, de todas formas, no caería ni cerca de Chile.
En el improbable caso de impacto, se liberaría la energía de una bomba nuclear de más de 7 megatones, o sea, más de 500 bombas de Hiroshima juntas. Dada su composición, lo más probable es que no choque con el suelo produciendo un cráter o un tsunami, sino que más bien explote a varios kilómetros de altura, produciendo una destrucción enorme en una región de aproximadamente 100 km de diámetro. Eso es una distancia grande, como la distancia en línea recta que hay entre Concepción y Los Ángeles, así que evidentemente sería catastrófico si chocase contra una región habitada. Sin embargo, incluso si impactase contra la Tierra, el daño sería solamente local. No se trataría de un evento como el de extinción masiva del triásico-jurásico hace 66 millones de años. Lo que mató a los dinosaurios fue un asteroide de 15 kilómetros de ancho. En cambio, 2024 YR4 tiene como máximo 100 metros, así que se necesitarían millones de asteroides como 2024 YR4 para crear un asteroide como el que extinguió a los dinosaurios.
Impactos con asteroides como 2024 YR4 no son tan raros; ya han ocurrido eventos similares. Un cuerpo con un tamaño similar fue el que causó en 1908 el evento Tunguska, que arrasó con una enorme región en Siberia. Y el 15 de febrero de 2013, sobre Chelyabinsk, también en Rusia, pasó rasante un asteroide de 20 metros de largo, liberando una energía de 500 kilotones. Afortunadamente, al pasar en forma rasante, liberó esa energía en una región muy amplia, causando 1500 heridos, pero sin víctimas fatales.
¿Cómo nos protegemos?
En el caso de los asteroides, el primer paso es poder verlos: hay millones de asteroides de todos los tamaños en el sistema solar. De hecho, cada año caen sobre la Tierra 15 mil toneladas de roca espacial, pero debido a asteroides tan pequeños que se desintegran en la atmósfera. Es importante verlos porque pequeñísimos cambios en la posición y velocidad actuales podrían tener enormes efectos a la hora de determinar su posición futura. Esto es tan delicado que incluso la tenue presión ejercida por la absorción de la luz solar y su re-emisión como radiación infrarroja afecta la trayectoria futura de un asteroide, lo cual es conocido como efecto Yarkovsky. Eso significa que incluso el color y la forma del asteroide afectan su trayectoria después de un lapso de ocho años.
Por esta razón, para poder proteger a la humanidad, el primer paso es poder ver muy bien el cielo y medir con muchísima precisión la trayectoria de estas rocas espaciales. Para eso necesitas cielos oscuros, sin contaminación lumínica, como los cielos del norte de Chile desde donde se detectó este asteroide.
Y es ahí cuando uno encuentra pastelazos, como que quieren poner a apenas siete kilómetros de los telescopios de Paranal y Armazones el proyecto INNA de hidrógeno verde, creando una contaminación lumínica enorme junto con levantar polvo y generar turbulencia atmosférica. Para proteger nuestros cielos y a la humanidad, ese proyecto debería instalarse al menos a 50 km de distancia de los mayores telescopios del mundo, no a siete. Suponiendo que el sentido común triunfe y los cielos oscuros que tenemos se conserven, es importantísimo que, a fines del 2028, cuando 2024 YR4 vuelva a pasar cerca de la Tierra, debemos medir con precisión su trayectoria. Lo más probable es que entonces descubramos que no habrá impacto. Sin embargo, en el improbable caso de que en 2028 descubramos que sí impactará el 2032, si medimos la trayectoria con suficiente precisión, también sabremos en dónde sería esta colisión.
En ese caso, tenemos varias alternativas para proceder.
La más espectacular sería intentar desviarlo; eso ya se hizo en forma experimental el 26 de septiembre de 2022, cuando la misión DART impactó un asteroide llamado Dimorfos (de unos 150 m de diámetro) y cambió su trayectoria en forma muy exitosa.
Si en el 2028 descubrimos que en realidad el asteroide 2024 YR4 representa un riesgo para la Tierra, en principio podríamos intentar desviarlo con algo similar a la misión DART. Sin embargo, si descubrimos que impactará en un lugar deshabitado o con una población muy baja, quizás lo más probable es que se le diga a la gente que evacúe la zona de riesgo: tendrían cuatro años para hacerlo.
El asteroide 2024 YR4 entraña una importante lección sobre el extraordinario poder de la ciencia. Nos permite conocer los riesgos que nos amenazan con precisión y antelación, años antes de que ocurran. Y en lugar de entrar en pánico, nos permite evaluar los riesgos y diseñar una estrategia para enfrentar estos posibles peligros, y diseñar la tecnología que nos podría permitir hacer cosas tan increíbles como desviarlo. La ciencia es lo más valioso que tenemos; es la herramienta para hacer real lo que parece imposible.
Dr. Fernando Izaurieta Aranda
Departamento de Ciencias Exactas, Facultad de Ingeniería, Arquitectura y Diseño Universidad San Sebastián sede Concepción.