Durante mucho tiempo se ha instalado la idea de que autocuidarse está ligado exclusivamente a lo externo: hacerse las uñas, comprarme alguna crema nueva o dedicarse un día de spa.
Este enfoque, promovido principalmente por las redes sociales y la cultura del bienestar “instagrameable”, ha contribuido a reducir el autocuidado a un acto de consumo, dejando fuera dimensiones más profundas, como el descanso real, el manejo del estrés y la salud mental.
Felipe Toledo Arévalo, psicólogo del grupo CETEPI Centro Luminos y fundador y director del equipo clínico CATI (Centro de Ayuda Terapéutica Integral), enfatiza que el autocuidado no necesariamente tiene que estar relacionado con lo estético —aunque podría estarlo—, pero no todo autocuidado pasa por ese ámbito.
Además, el autocuidado implica también poner límites, aprender a decir que no y reconocer cuándo una rutina, relación o trabajo está afectando el equilibrio personal. En un mundo que aplaude la productividad constante y exige un rendimiento perfecto, el descanso a menudo se percibe como un lujo o, incluso, una señal de debilidad.
Pero lo cierto es que parar también es una forma de cuidarse.

Según Toledo, lo principal para establecer un límite es tener una buena autoestima. Si una persona no se valora ni se estima a sí misma, tiende a creer que no tiene suficiente valor y, por lo tanto, permite que otros pasen por encima de ella.
Agrega que tener una buena autoestima permite establecer límites con asertividad, es decir, expresar lo que se siente sin agredir al otro. Muchas personas no dominan esta herramienta, lo que impacta negativamente en su autocuidado, autoestima, tiempo y bienestar general.
Otro punto clave es entender que la salud mental es una parte fundamental del cuidado personal. Ir a terapia, contar con redes de apoyo, permitirse sentir y validar las emociones propias también son prácticas de autocuidado.
Y aunque no sean tan “visibles” como una mascarilla facial o una foto en una bañera con velas, suelen tener efectos más duraderos y profundos en la vida personal.
Según Felipe Toledo, el autocuidado no siempre implica gastar dinero. Muchas veces se basa en acciones simples, como salir a caminar, que pueden ser muy significativas y no dependen de los recursos económicos. Sin embargo, socialmente se tiende a asociarlo con consumir o “darse gustos”, como asistir a espectáculos o salir a comer, dejando en segundo plano prácticas cotidianas igual de valiosas.
Además, el autocuidado no es igual para todas las personas. Para alguien puede significar dormir una siesta sin culpas después de una larga jornada laboral; para otra, puede ser tomarse tiempo libre, salir a caminar, apagar el celular o simplemente no hacer nada tras un día difícil.
Democratizar el concepto implica comprender que no hay una única forma válida de cuidarse y que cada quien tiene derecho a construir sus propios rituales de bienestar, sin exigencias ni comparaciones.
Toledo también destaca que el autocuidado no se trata solo de darse gustos, como comprarse ropa —aunque eso también puede formar parte—, sino que implica realizar actividades que brinden calma, paz y bienestar, que realmente llenen a la persona. Se trata de ir más allá de acciones que buscan tapar carencias o resolver malestares de forma superficial, como ocurre con actitudes obsesivas hacia lo estético o físico.
En definitiva, autocuidarse va más allá de lo visible. Es aprender a escucharse, priorizarse, detenerse y atender aquello que necesita reparación interna. A veces será una crema, pero otras —quizás con efectos más notorios a largo plazo— será una conversación difícil, una renuncia o una pausa necesaria.
Por: Omahyra Verdugo Guerrero