Por: Omahyra Verdugo Guerrero
Cuando Shingeki no Kyojin, escrita e ilustrada por Hajime Isayama, apareció en escena, parecía otra historia de supervivencia en un mundo hostil. Sin embargo, con el paso de los capítulos, se transformó en un ícono dentro del anime moderno.
Detrás de imponentes muros, Eren Jaeger, Mikasa Ackerman, Armin Arlert, y el resto de la tropa de exploración, conviven con el resto de los eldianos, obligados a vivir bajo el temor constante de los titanes que acechan Paradis. Lo interesante es cómo la serie logra que detalles que parecían mínimos al inicio se vuelvan claves más adelante.

El pasado de Eren y su conexión con los titanes marca uno de los giros más importantes en la trama: su transformación en titán. Un hecho que desató teorías, debates y especulaciones que cruzaron fronteras y generaciones.
A diferencia de otras series, Shingeki se atreve a dejar preguntas abiertas, construyendo una narrativa que madura con su audiencia. Y aunque no es abiertamente política, su trasfondo sobre poder, opresión, miedo y la búsqueda de libertad resulta inevitablemente actual. Los muros de la isla y las tropas de exploración bien podrían leerse como metáforas de los conflictos sociales y políticos que atraviesan distintas partes del mundo.
Por eso no sorprende que atrape a adolescentes, adultos y a quienes nunca pensaron seguir una serie de este tipo. Shingeki no Kyojin genera expectativa, conversación y cruza generaciones. Y en estos tiempos donde todo parece pasajero, eso ya es un mérito.