Por: Daniel Pilar Gajardo
Ingeniero Comercial – Magíster en Recursos Humanos y Habilidades Directivas
En un mundo marcado por la transformación digital, la incertidumbre económica y los cambios sociales, la gestión de las organizaciones no puede limitarse a indicadores financieros o a la búsqueda de eficiencia operativa. Hoy, más que nunca, el verdadero capital de una empresa radica en sus personas.
Desde mi formación como Ingeniero Comercial en la Universidad del Bío-Bío, entendí que la administración y la gestión de empresas no son solamente procesos técnicos, sino que implican la capacidad de conducir equipos humanos hacia objetivos comunes. Años más tarde, en mi especialización de Recursos Humanos y Habilidades Directivas, confirmé que el liderazgo efectivo no se construye únicamente con conocimiento, sino con la habilidad de escuchar, empatizar y motivar.
Las organizaciones que perduran en el tiempo son aquellas que reconocen que los trabajadores no son recursos desechables, sino aliados estratégicos. Invertir en el desarrollo de las personas no solo genera productividad, sino también compromiso, confianza y sentido de pertenencia.
Hoy enfrentamos un reto mayor: aprender a liderar en contextos cambiantes, donde la adaptabilidad y la innovación son claves. Esto implica revisar nuestras prácticas de gestión, fortalecer la comunicación interna y cultivar habilidades blandas que permitan a los líderes inspirar y acompañar, más que imponer.
Las empresas que entiendan esta visión estarán mejor preparadas para construir entornos sostenibles, inclusivos y competitivos. El desafío de nuestra generación profesional es claro: poner a las personas en el centro de la estrategia organizacional.
Porque al final, más allá de los balances y las metas, son las personas las que hacen posible el éxito de toda empresa.