Por: Omahyra Verdugo Guerrero
La idea de tener todo resuelto a una edad determinada permanece en el imaginario colectivo de nuestra sociedad, ya sea en conversaciones familiares, en el trabajo, en redes sociales o en la cultura popular. Se espera que las mujeres, en cierta etapa de sus vidas, ya cuenten con una carrera profesional, estabilidad económica, pareja estable y, ojalá, casa propia. Sin embargo, para gran parte de las jóvenes de nuestro país, ese escenario está lejos de cumplirse.
Como señala Javiera Delgado Beltrán, profesora de Historia, Geografía y Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción, persiste la presión de cumplir con ciertos hitos como formar una familia o casarse antes de determinada edad, mientras que a los hombres no se les exige lo mismo; por el contrario, su soltería suele asociarse al éxito profesional.
Según la docente, para las mujeres, en cambio, estos mandatos se viven como una carga impuesta, vinculada aún a roles tradicionales como la maternidad y el matrimonio, bajo la amenaza de que «se les pase el tren».
En la misma línea, Nayadet Vargas García, profesora de Artes Visuales de la misma casa de estudios, afirma que las mujeres enfrentan la exigencia de demostrar que son tan capaces como los hombres, a pesar de las desigualdades persistentes en el camino. A ello se suma la presión de cumplir con roles tradicionales, como decidir sobre la maternidad, y de ajustarse a estereotipos físicos y actitudinales que aún marcan las valoraciones sociales.
El peso de los mandatos sociales no es el único factor que condiciona la experiencia de las mujeres jóvenes. La cultura de la autoexigencia, instalada en nuestra sociedad, también cumple un rol importante que debe considerarse. Este escenario añade nuevas presiones al ya complejo contexto que enfrentan muchas jóvenes en la actualidad.
Como señala María Victoria Gaete Agüero, psicóloga clínica con enfoque sistémico, especializada en acompañar a adolescentes y personas adultas en sus procesos terapéuticos desde una perspectiva de género y neuroafirmativa, de la Universidad Andrés Bello, muchas mujeres se sienten como una especie de pulpo emocional, tratando de sostener todo a la vez sin fallar en nada.
Añade que el perfeccionismo no les permite descansar, delegar ni equivocarse y, por ende, se castigan por sentir cansancio, por necesitar ayuda o por no avanzar “al ritmo esperado”, además enfatiza que ellas viven desde la culpa y la deuda emocional.
Por su parte, Rodrigo Aguayo Himasal, Coach de Programación Neuro Lingüística, enfatiza en que el éxito es personal, cada persona lo define de acuerdo a sus propias metas, a su historia de vida y lo que desea alcanzar en la vida.
Estamos ante una nueva generación de mujeres chilenas muy preparadas académicamente, pero que enfrenta enormes dificultades para insertarse en el mundo laboral en condiciones dignas y de estabilidad.
Además, las redes sociales juegan un rol relevante en la construcción de estas expectativas. A través de ellas se difunden relatos de vidas casi perfectas, que parecen cumplir con todos los estándares impuestos por la sociedad: éxito profesional (ojalá lo más pronto posible), estabilidad emocional y personal, viajes frecuentes, pareja ideal y bienestar permanente.
María José Cea, memorista de Ingeniería Civil Industrial de la Universidad de Concepción comenta que las redes sociales tiene un impacto alto, además son el medio para vender y las marcas siempre quieren venderte un producto que te hará alcanzar una expectativa, al competir entre ellas, cada vez se crean expectativas más altas, por lo que se crea una cultura basada en alcanzar algo mejor continuamente.
Este tipo de contenido puede reforzar la idea de que es necesario alcanzar ciertos logros en plazos determinados o en etapas específicas de la vida, amplificando la percepción de estar quedando atrás en comparación con otras mujeres.
Fernanda Santos Barrientos, profesora de matemáticas de la Universidad Católica de la Santísima Concepción menciona una idea clave: las mujeres estamos relegadas al rol de cuidadoras, la ambición profesional queda de lado. Si te sales de esa norma eres juzgada por la sociedad.
Si bien muchas mujeres jóvenes enfrentan obstáculos y presiones en su día a día, en distintos ámbitos de sus vidas, también existen experiencias positivas de quienes han logrado abrirse camino en sus áreas de interés.
Estos relatos no solo visibilizan lo preparadas que están las mujeres para enfrentar desafíos, sino que también evidencian su resiliencia, capacidad de reinvención y permiten reconocer que es posible alcanzar espacios de éxito y estabilidad, aunque los procesos sean diversos y están marcados por dificultades. Fernanda Figueroa Chandía, periodista de la Universidad del Desarrollo es ejemplo de ello.
A pesar de las dificultades que enfrentan las mujeres profesionales una vez que egresan, ella ha logrado instalarse en la capital para desarrollar su carrera profesional, sin embargo enfatiza en que, pese a las oportunidades que tiene hoy en día, un título profesional no es garantía de éxito.
En la misma línea,Dina Puentes Pardo, periodista de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, destaca las dificultades después de finalizar una carrera profesional, mencionando que, si bien un título profesional ofrece posibilidades laborales, el escenario laboral actual es muy complicado
Todas estas presiones, expectativas sociales y exigencias configuran un escenario complejo y muchas veces invisible a los ojos de la mayoría de las personas, pero que atraviesa la vida de las mujeres jóvenes en nuestro país.
El concepto de ‘’tener todo resuelto’’ a una edad determinada se sostiene como una idea impuesta, con estándares casi imposibles de cumplir, que no dialoga con las diversas realidades que viven las mujeres jóvenes. El riesgo de esta narrativa es alto y por eso resulta necesario preguntarnos: ¿A quién le sirve que tengamos todo resuelto?
También instala una sensación de frustración o insuficiencia en quienes sienten que no avanzan “al ritmo esperado”. Sin embargo, es posible —aunque no exento de dificultades— cuestionar estas exigencias sociales y comenzar a construir caminos propios, reconociendo otros ritmos de vida y formas válidas de éxito y bienestar.
Al respecto, y desde su enfoque, la psicóloga clínica María Victoria Gaete Agüero envía un potente mensaje para las mujeres jóvenes:
‘’No estás atrasada. Estás sobreviviendo en un mundo que te pide más de lo que es justo. No tienes que poder con todo. Puedes bajar la guardia. Mereces cuidarte y ser cuidada, sin tener que ganártelo. Vivir a tu ritmo también es una forma de resistencia y de autocuidado.’’
Por su parte, coach Rodrigo Aguayo Himasal, nos invita a reflexionar expresando que: ‘’Estamos en el tiempo más relevante para la mujer, nunca antes la mujer había tenido libertad de expresión como ahora.’’
El llamado es claro y la invitación ya está hecha.
Y no, no hay una edad en que las mujeres deberían tener todo resuelto, porque la vida no es un checklist, no es un eterno listado de obligaciones por cumplir. Cada una es libre de vivir y trazar el destino que quiera, mientras la meta sea estar en paz con una misma.