Cuando en los medios se hace referencia a la competitividad, se suelen expresar una serie de ideas, todas bastante vinculadas con la economía, la producción y los mercados y mucho menos vinculadas a la calidad de vida y el bienestar que necesariamente implica y que lleva aparejado. Es más, se suele recordar poco o tomar poco en cuenta que, como los buenos vinos en una rica gastronomía, hay un maridaje indisoluble y perfectamente equilibrado entre competitividad y bienestar, cuando ambos se tratan de una manera correcta, adecuada y pertinente al contexto territorial que se trate.
En efecto, no hay territorio verdaderamente competitivo donde la gente no cuente con un nivel adecuado de calidad de vida. Así también, el alcanzar bienestar implica una cuota importante e insoslayable de competitividad. Veamos cómo funciona esto en la práctica, para comprenderlo desde aquello que nos es más cotidiano.
Un aspecto clave en el bienestar es que nuestra red de conectividad sea eficiente y no tengamos que pasarnos largas horas en trayecto desde nuestra casa al trabajo y viceversa, o donde sea que queramos llegar, sabiendo que las distancias no debieran ameritar un gasto exacerbado de recursos valiosos como el tiempo, energía, combustible. Y por cierto, menos provocar un daño diario, permanente y prácticamente irreversible en el bienestar y calidad de vida.
Sin embargo, nos encontramos en la Región del Biobío, Provincia de Concepción y constatamos que estamos presentes en una ciudad con tránsito colapsado, donde hablar de calidad de vida puede sonar hasta insultante para personas que, por ejemplo, deben transitar día a día desde la ribera sur del Biobío hacia la ribera norte del mismo. Esa misma infraestructura obsoleta, en muchos casos mal diseñada en una ciudad mal planificada no solo golpea día a día el bienestar de las personas y familias completas, sino que además daña severamente la competitividad del sistema productivo con una logística ineficiente y que implica importantes sobre costos de tiempo y combustible.
Al respecto, lo que en realidad constatamos es un panorama de abandono infraestructural, que se repite lamentablemente en cuanto territorio regional existe en nuestro país. Zonas aisladas hacia la cordillera, territorio insular regional prácticamente desconectado, caminos rurales casi abandonados y una urbe penquista con una serie de proyectos retrasados, eternamente postergados o que derechamente… son una oda al diseño pequeño y deficiente.
En este escenario ¿Competitividad del centro comercial penquista?… Imposible… ¿Bienestar para todos los habitantes de la ciudad?… Tan inviable como lo anterior.
Por otro lado, tenemos una región y ciudad que goza del privilegio de contar con grandes universidades, generadoras de capital humano avanzado como ya se lo quisieran muchos otros territorios en Chile. Sin embargo, ese capital humano no encuentra espacios en nuestra región para desenvolver todo su talento, que terminamos expulsando a otras regiones. Resultado… Tasa de desocupación, pobreza y similares persistentemente superiores en nuestra región respecto de las medias nacionales.
¿Bienestar así?… Muy difícil… ¿Y competitividad?… La respuesta es obvia.
Y es que durante largas décadas, demasiadas, nuestra región se ha vuelto progresivamente menos atractiva para la inversión. Infraestructura deficiente, proyectos regionales retrasados, golpean persistentemente la calidad de vida y con ello, la competitividad se vuelve derechamente inexistente.
He ahí una de las causas… Empresas que cierran operaciones en nuestro territorio, comercios tradicionales que cierran sus puertas en una competitividad regional que no repunta… Y un bienestar cada vez más difícil de alcanzar.
Y es que ya lo decíamos al comienzo… Bienestar y competitividad constituyen un maridaje indisoluble y perfectamente equilibrado, cuando ambos se tratan de una manera correcta, adecuada y pertinente al contexto territorial… Por cierto, difícil entonces esperar mejores resultados, cuando proyectos, planes y estrategias claves para la región se han llevado de manera tan poco diligente y pertinente a las necesidades territoriales.
Así… calidad de vida y competitividad seguirán como hasta ahora… lamentablemente postergados.
Ariel Yévenes Subiabre
Académico FACEA – UDEC
Mayo de 2024