“No escribo terror porque tenga un corazón oscuro, sino porque entiendo el miedo”
Cuando Macarena Cárcamo recibió el correo electrónico que anunciaba que su novela Häxan había sido seleccionada como finalista en los International Latino Book Awards 2025 (ILBA), no lo podía creer. Entre más de 5 mil libros postulados y 222 jueces evaluando, su obra quedó dentro de la categoría “Mejor Primer Libro – Ficción – Español” (The Nora de Hoyos Comstock Best First Book – Fiction – Spanish).

En esta terna compiten solo tres países: Puerto Rico (Cincinnati, una historia de amor que trasciende el tiempo), Perú (Dragón: la fama y otros infiernos) y Chile, representado por Häxan. En la práctica, esto significa que Cárcamo tiene asegurada una medalla internacional (Oro, Plata o Bronce) en la ceremonia que se realizará el 25 de octubre en California, Estados Unidos.
Los Reconocimientos Internacionales de Libros Latinos (ILBA) fueron fundados en 1998 para destacar la grandeza de escritores, latinos y no latinos, que escriben sobre temas relacionados con el mundo hispano. En sus 26 años de historia, los premios han distinguido a más de tres mil autores y editoriales, entre ellos Alma Flor Ada, Isabel Allende, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Pablo Neruda.
Este año, Macarena comparte la nominación con otros escritores y escritoras chilenas en diversas categorías, consolidando la presencia del país en uno de los premios literarios más relevantes del mundo hispano. (Ver cuadro)
—El terror suele ser un género dominado históricamente por voces masculinas. ¿Cómo ha sido para ti abrirte paso en ese territorio desde Chile, y qué resistencias —visibles o invisibles— has tenido que enfrentar como mujer que escribe terror?
Cuando una mujer escribe terror, para muchos es poco creíble. A mí me han llegado a decir ‘bruja’ o me preguntan por qué escribo sobre esos temas si podría elegir algo más ‘amable’. Pero me gusta el terror, me gusta sentirlo y provocarlo. Quiero ser una Stephen King chilena, y para eso hay que romper barreras, botar muros y demostrar que una mujer puede escribir buen terror, sin pedir permiso.
No escribo terror porque tenga un corazón oscuro, sino porque entiendo el miedo. Y en un mundo que teme a las mujeres valientes, eso también es una forma de rebeldía.
—Chile tiene una tradición literaria poderosa, pero también conservadora en cuanto a quiénes y qué se publica. ¿Qué tan difícil ha sido encontrar un espacio de legitimidad y difusión para una escritora adulta joven?
Es difícil. Hoy estoy sin editorial. Häxan la publiqué con Sietch, pero la editorial no cumplió lo acordado. Como mujer, una tiene que demostrar el doble, trabajar el triple. No tengo apellido, no tengo contactos y ya pasé los cuarenta. Pero me lo tomo con humor. La meritocracia a veces es cruel, pero también te entrena.
Además de escritora, soy guionista y actriz, y ahora estoy por conducir un programa de radio donde hablaré del terror y leeré mis propios cuentos. Todo lo que hago, desde escribir hasta estar frente a un micrófono, tiene un mismo propósito: contar historias que remuevan algo.
—La nominación a los ILBA te posiciona junto a figuras de renombre continental. ¿Qué representa para ti este reconocimiento en términos simbólicos, más allá del logro personal?
Esta nominación me dice que sí puedo, que podemos. Que una escritora chilena, sin padrinos ni editoriales detrás, puede llegar a estar entre los mejores libros del continente. En el extranjero me reconocen como autora de terror, y eso me llena de orgullo, aunque también me frustra que en mi propio país aún cueste tanto.
Cuando reciba esa medalla, la voy a mirar y voy a recordar que el talento no tiene género ni frontera. Que no importa cuántas puertas se cierren, el mérito siempre encuentra su lugar.
—Como lectora y creadora, ¿qué historias o autoras te formaron y te dieron permiso para escribir desde lugares oscuros o marginados?
La primera fue María Luisa Bombal. Oscura, rupturista, adelantada a su tiempo. Ella fue mi puerta al terror desde lo emocional. Después vino Stephen King, mi gran referente, y Mary Shelley, la madre de todo. Hoy admiro mucho a Mariana Enríquez, por su coraje y su mirada contemporánea. Son voces que me dieron permiso para escribir desde lo incómodo, lo prohibido y lo verdadero.
—Si pudieras hablar con las futuras escritoras chilenas que están comenzando —esas que aún dudan si su voz tiene valor—, ¿qué consejo les darías frente a un medio literario que muchas veces sigue siendo hostil o indiferente a las mujeres?
Les diría que todas podemos. Que confíen en su voz, aunque tiemble. Que no esperen aprobación, porque siempre van a hablar: ‘¿por qué lo hizo?’, ‘¿qué se cree?’, ‘¿cómo se atreve?’. Y está bien. A mí me encanta que hablen, eso significa que algo estoy haciendo bien. El miedo hay que transformarlo en motor. Porque cuando una mujer se atreve a escribir, se libera y libera a otras.
