Por Víctor Hugo Garcés Soto
Profesor de Artes Visuales, U. de Chile e Historiador
La historia de los cañones de bronce que hoy ornamentan la Plaza de Armas de Lebu y el Palacio de La Moneda se remonta al siglo XVIII, cuando el virrey del Perú, don Manuel de Amat y Junient, ordenó en 1772 la fundición de nueve cañones en Lima. Su propósito era reforzar las fortificaciones del sur del Reino de Chile, como parte de una estrategia defensiva frente a eventuales ataques.

Estas piezas de artillería, de estilo barroco español, fueron elaboradas con gran detalle artístico y técnico: fabricadas en bronce, con un calibre de 24 libras, alcanzaban los tres metros y medio de largo y pesaban cerca de tres toneladas. Llevaban nombres imponentes como El Marte, El Rayo, El Furioso y El Relámpago, y estaban decoradas con escudos reales, inscripciones en latín como Violatae Fulmina Regis (“Rayos del rey ofendido”), y la firma del maestro fundidor: Joannes Espinosa, fecit Limae.

Durante la Guerra del Pacífico, en 1879, cuatro de estos cañones fueron trasladados al puerto de Lebu a bordo del vapor Toltén, con el fin de reforzar las defensas costeras. Sin embargo, su operatividad era limitada y nunca entraron en combate. Su función, según algunas versiones, era más ceremonial que militar, destinados a homenajear a las autoridades del reino.
Inicialmente fueron emplazados en las bocas norte y sur del río Lebu, en propiedades de las familias Errázuriz y Saavedra. A partir de 1910, se autorizaron sus traslados a espacios públicos: dos de ellos a la Plaza de Armas para las Fiestas Patrias de 1913, y los otros dos, en 1917, a la Plazuela Esmeralda.
En 1929, el municipio de Lebu, como muestra de gratitud por los avances impulsados por el gobierno del presidente Carlos Ibáñez del Campo, donó dos cañones al Estado. En 1930, fueron instalados en La Moneda, en lo que desde entonces se conoce como el Patio de los Cañones.

Aunque las bases originales conmemoraban el gesto de la comunidad de Lebu, estas fueron reemplazadas en 1970. En 2007, una delegación de Lebu gestionó la reposición de placas con nueva inscripción, reconociendo su origen virreinal y su donación al Estado chileno.
A nivel técnico, los cañones pasaron por una importante transformación en 1866 en la Maestranza Militar de Limache, donde fueron modificados a ánima rayada por José Eustaquio Gorostiaga, quien también les asignó numeración oficial.
En 1995, los cuatro cañones fueron declarados Monumentos Históricos. Desde 2009, El Marte y El Rayo ocupan un lugar destacado en la remodelada Plaza de Armas de Lebu, frente a la Municipalidad y la Gobernación de Arauco.
La investigación reveló también la existencia de otros dos cañones similares en la Escuela Naval de Valparaíso: Trepidoso y Triunfante, fundidos en Lima entre 1776 y 1778. Estos cañones, que no fueron modificados en Limache, formaban parte de las fortificaciones coloniales de Valparaíso y fueron trasladados a la Escuela Naval en 1967.

Además, se identificó un séptimo cañón, El Destructor, ubicado en la Escuela Militar y también atribuido al virrey Amat, con las mismas características que los de Lebu. Se menciona incluso un octavo cañón, El Colérico, fundido en Lima en 1780, aunque bajo el mandato del virrey Manuel Guirior, sucesor de Amat.
Con todos estos antecedentes, se concluye que siete de los nueve cañones enviados por el virrey Amat a Chile han sido identificados y localizados. Los dos restantes continúan sin ubicación confirmada, aunque se presume que podrían haber sido fundidos a fines del siglo XIX. Aun así, la posibilidad de hallarlos no se descarta, y nuevas pistas podrían surgir en futuras investigaciones.
Este estudio no solo reconstruye la trayectoria de estas piezas de artillería, sino que pone en valor un patrimonio compartido entre Perú y Chile, con un profundo significado histórico, artístico y simbólico para la comunidad de Lebu y el país.
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