Desde tiempos remotos, los diamantes han fascinado por su belleza, rareza y resistencia. Civilizaciones antiguas, como la india y la romana, los consideraban piedras mágicas, portadoras de fuerza y protección. Sin embargo, su vínculo con el amor eterno es una historia más reciente, tejida entre gestos románticos, estrategias de marketing y el brillo irresistible de la joya más codiciada del mundo.
El primer registro de un anillo de compromiso con diamantes se remonta al siglo XV, cuando el archiduque Maximiliano de Austria obsequió a María de Borgoña un anillo engastado con estas piedras como promesa de matrimonio. Aquel detalle marcó un precedente entre la nobleza europea, donde los diamantes empezaron a asociarse con compromiso, fidelidad y estatus.

El verdadero salto global ocurrió en el siglo XX, gracias a una de las campañas publicitarias más icónicas de la historia. En 1947, la compañía De Beers lanzó el lema «A diamond is forever» (“Un diamante es para siempre”), transmitiendo un doble mensaje: la piedra más dura del planeta no solo simbolizaba la durabilidad física, sino también la fortaleza de un amor capaz de resistir el paso del tiempo. Así, regalar un diamante se convirtió en un ritual casi universal para sellar compromisos y celebrar aniversarios.
El eslogan ha sido utilizado en innumerables anuncios de De Beers y ha trascendido a la cultura popular, apareciendo en películas, canciones y novelas. La campaña fue tan exitosa que el eslogan fue nombrado el mejor del siglo por AdAge en 1999, según HubSpot Blog.

Hoy, ese legado sigue más vivo que nunca. Con una joya que captura la luz y el momento, Georgina Rodríguez y Cristiano Ronaldo han sellado su compromiso. Un diamante imponente, que no solo refleja lujo, sino que simboliza una historia de amor marcada por la pasión, la complicidad y el destino. En sus manos, la piedra brilla como testigo del inicio de un nuevo capítulo para una de las parejas más icónicas del deporte y la moda.
Al final, un diamante no es solo una joya. Es un mensaje silencioso que atraviesa siglos: la promesa de un “para siempre” que, como la piedra misma, resiste al tiempo, a las distancias y a las pruebas de la vida.