En lo alto de un cerro en Concepción, rodeado por la paz de los bosques y una vista inigualable, se encuentra el taller de Cristian Concha, un orfebre y profesor de orfebrería que, desde hace más de una década, ha dedicado su vida a enseñar y crear joyas únicas. En una conversación llena de anécdotas y reflexiones sobre su carrera, Cristian nos cuenta cómo la orfebrería se ha convertido en su verdadera pasión y cómo su trabajo está ayudando a muchos a conectar con este fascinante oficio.
Un comienzo autodidacta
El camino de Cristian en la orfebrería comenzó de manera completamente autodidacta, a los 20 años. “Comencé de forma natural, sin buscarlo realmente. Estaba estudiando comercio exterior y trabajando, pero un día, por casualidad, conocí la orfebrería y me enamoré de ella. Desde ese momento, nunca dejé de aprender”, comenta Cristian.

A pesar de no tener formación formal al principio, su curiosidad lo llevó a explorar el arte de la joyería. Con el tiempo, decidió hacer de su pasión un oficio y en 2013 comenzó a tomar cursos para perfeccionar su técnica, lo que marcó el inicio de su carrera profesional en la orfebrería.
El taller de Cristian: Un espacio de creatividad y paz
Ubicado en la punta de un cerro en Pedro de Valdivia, en Concepción, el taller de Cristian se convierte en un refugio para aquellos que buscan desconectarse de la rutina diaria y sumergirse en el arte de la orfebrería. “Es un lugar muy especial, rodeado de naturaleza. La tranquilidad del entorno es perfecta para concentrarse en la creación de joyas y aprender sin distracciones”, explica.

El taller, además de ser un lugar de trabajo, también es el espacio donde Cristian imparte sus clases. Desde hace varios años, se dedica a enseñar orfebrería a personas de todas las edades y niveles de experiencia.
Clases de Orfebrería: Un enfoque práctico y personalizado
Los cursos de Cristian se caracterizan por su enfoque práctico. En lugar de simplemente explicar teorías, los estudiantes aprenden haciendo. “Desde la primera clase, los alumnos crean su propia joya, ya sea un anillo, unos pendientes o un collar. Yo los guío a lo largo de todo el proceso: desde trabajar el metal, hacer aleaciones, fundir, engastar piedras, hasta dar forma y pulir la joya”, asegura.
Una de las claves del éxito de sus clases es el tamaño reducido de los grupos, con un máximo de cuatro estudiantes por curso. Esto le permite a Cristian brindar atención personalizada a cada uno, asegurándose de que todos los alumnos avancen a su propio ritmo. “El aprendizaje es mucho más efectivo cuando se trabaja de manera individualizada”, comenta el orfebre.
Un curso especial para novios: Creando argollas únicas
Uno de los cursos más especiales que ofrece Cristian es el diseñado para parejas que desean crear sus propias argollas de matrimonio. “Este curso es muy significativo, porque no solo están haciendo joyas, sino que están creando algo que llevará una historia personal”, explica. En un taller de entre 4 a 6 horas, los novios tienen la oportunidad de trabajar con Cristian para diseñar y fabricar sus argollas en oro o plata, creando un símbolo único de su compromiso.

Formación y creación: Un viaje de transformación
El impacto de sus clases no solo se refleja en las joyas que sus alumnos producen, sino también en los logros profesionales que algunos de ellos alcanzan. Cristian menciona con orgullo a varios de sus estudiantes que han logrado establecer sus propias marcas de joyería. “Es muy gratificante ver cómo muchos de ellos logran trabajar en la orfebrería de manera profesional. Algunos incluso han hecho exposiciones internacionales, como una de mis alumnas que mostró su trabajo en Italia”, comenta.
Además, los estudiantes de Cristian no solo aprenden a crear joyas, sino que también aprenden a valorarlas. Aunque al principio las joyas de fabricación masiva dominaban el mercado, con el tiempo ha habido un renacer en el interés por las piezas únicas y artesanales. “Cuando empecé, la gente prefería joyas hechas en metales baratos y diseños estándar. Pero con el tiempo, ha vuelto el interés por la plata y el oro, y ahora la gente busca piezas más exclusivas y personales”, explica.
Desafíos y logros
A pesar de los desafíos, como la falta de tiendas especializadas en Concepción para adquirir materiales, Cristian sigue adelante con su pasión por la orfebrería. “Uno de los mayores retos que enfrento es enseñar a los estudiantes a trabajar con el metal de manera técnica y profesional. A veces llegan con ideas muy complejas para sus diseños, pero lo más importante es guiarlos a que logren sus objetivos”, menciona.
Además de los retos técnicos y logísticos, Cristian también ha tenido que lidiar con las dificultades comerciales que enfrentan los orfebres. “Cuando comencé, las opciones eran limitadas. Hoy en día, los estudiantes tienen más acceso a información, herramientas y plataformas para vender sus creaciones, como Instagram, lo que ha sido un gran avance”, dice.

La proyección de Cristian: Seguir enseñando
A pesar de su éxito, Cristian no tiene grandes aspiraciones comerciales. Su objetivo es continuar enseñando y perfeccionando su oficio. “Mi meta es seguir disfrutando de lo que hago, seguir enseñando y ayudando a que más personas se conecten con la orfebrería. No busco tener una escuela grande, solo quiero seguir creando y compartiendo mi pasión por la joyería”, afirma.
Con un enfoque genuino en la enseñanza y una conexión profunda con el arte de la orfebrería, Cristian sigue dejando su huella en Concepción y más allá. Para quienes buscan aprender y crear, su taller es el lugar ideal para comenzar un viaje que va mucho más allá de la simple fabricación de joyas, sino que es una verdadera inmersión en el arte de la creación.