Cuando estaba en el colegio, tuve un profesor que nos apuraba para entregar las pruebas y trabajos diciendo: “¡Vamos, jóvenes! Apúrense, estamos en la era del jet…”. Era su forma de recordarnos que la vida pasa rápido y no espera a nadie. Imagínate: la era del jet, un ícono de velocidad de la década de los 80. Hoy, en la era del Wi-Fi, la fibra óptica y los videos de 10 segundos, buscamos que la dopamina, hormona del placer instantáneo, inunde nuestro cerebro a través de estímulos recibidos por nuestros sentidos. La exposición constante a diferentes drogas adictivas nos bombardea, manteniéndonos cautivos como consumidores frecuentes de lo superficial e inmediato, sólo para sentir ese shot de placer y abstraernos de la realidad el mayor tiempo posible.
Si bien la mayoría podría reconocer drogas como la cocaína, anfetaminas, pasta base, marihuana y alcohol, pocos reconocerán el azúcar (que hoy tiene más de 60 nombres diferentes en el mercado para disfrazar su aparición en alimentos procesados) o todo lo que se metaboliza rápidamente, generando altos picos de insulina, como el alcohol y los carbohidratos refinados (harinas blancas, arroz, pan, pastas, etc.), refrescos y jugos de fruta. También debemos considerar los diferentes tipos de fármacos de los cuales tendemos a abusar.
¿Te has fijado en la cantidad de farmacias que hay en nuestro país? Además, tenemos las compras compulsivas de objetos que rara vez necesitamos, muchas veces realizadas para impresionar a otras personas que ni siquiera aportan a nuestra vida. No olvidemos el consumo de pantallas (televisión, computadoras, tabletas, celulares) y sus diferentes plataformas y aplicaciones. Dado que el cerebro busca luz, movimiento y sonido, es difícil resistirse a algo que nuestra biología nos impulsa a buscar. Y, por supuesto, está la adicción a las relaciones tóxicas, derivadas de nuestro común problema de autoestima. ¿Y qué decir de las promesas de políticos (indistintamente de los partidos o tendencias) que ganan campañas basándose en promesas que saben que no van a cumplir? Gracias a nuestra ignorancia y a la esperanza de un cambio, votamos por ellos.
En resumen, desafortunadamente, tanto nuestra biología como nuestro comportamiento social colectivo nos guían a tomar decisiones frecuentemente basadas en el «PURO SABOR», que alude a la satisfacción inmediata, con el mínimo esfuerzo posible, y con poca o ninguna sustancia nutritiva. Esto nos lleva a pagar consecuencias que definitivamente no queremos en nuestra vida.
Hoy, mi invitación es a ser más conscientes de nuestra vida, de nuestro entorno y de nuestro futuro. Comencemos a tomar decisiones basadas en consecuencias positivas a mediano y largo plazo. Recuerda esta frase: “Siempre pagamos el precio, antes o después; la gran diferencia es que si lo pagas después, es mucho más caro”.
El precio de ejercitarte y comer de manera saludable hoy puede ser un gran esfuerzo, pero si no lo haces, mañana pagarás las consecuencias de una mala calidad de vida, con dolor, enfermedades y una vejez que nadie desea. Aplica esta dinámica de toma de decisiones en cada área de tu vida: “Si hago esto ahora, ¿cuáles serán las consecuencias el día de mañana?”
En resumen, el «puro sabor» es una tentación seductora pero peligrosa. Al priorizar la satisfacción instantánea, sacrificamos la posibilidad de construir relaciones sólidas, tomar decisiones acertadas y vivir una vida plena. Puedes escoger el “sabor”, pero no olvides la importancia de lo que “nutre” tu vida.
¡Que tengas un excelente futuro!
Rodrigo Aguayo Pantoja
Coach con Programación Neurolingüística y Team Coaching
Fundador de SUME, empresa de desarrollo personal y organizacional.